La
solución del 1%
Diaro el País. PAUL KRUGMAN 28 ABR 2013 .
Aquí os dejo un texto periodístico sobre la situación actual de crisis económica; los desajustes económicos, las desigualdades sociales, los enfoques de la crisis... etc. Se trata de un texto que puede utilizarse en Historia de 4º de la ESO o Historia del Mundo contemporáneo para analizar no sólo la sociedad actual, sino para revisar los acontecimientos de la crisis del 29 y las teorías de Keyness, o para Geografía de 3º de la ESO a la hora de hablar de los sistemas económicos, la globalización económica...
En cualquier caso se trata de fomentar la lectura a través de la prensa, como una herramienta de comprensión y análisis del mundo en que vivimos, así como de conocimiento del lenguaje.
Los
debates económicos rara vez terminan con un KO técnico. Pero el gran debate
político de los últimos años entre los keynesianos, que abogan por mantener y,
de hecho, aumentar el gasto público durante una depresión, y los austerianos,
que exigen recortes inmediatos del gasto, se acerca a ello, al menos en el
mundo de las ideas. En estos momentos, la postura austeriana ha caído por su
propio peso; no solo es que sus predicciones sobre el mundo real fuesen
completamente erróneas, sino que la investigación académica que se invocaba
para respaldar esa postura ha resultado estar plagada de equivocaciones,
omisiones y estadísticas dudosas.
Aun así, sigue habiendo dos grandes preguntas. La primera: ¿cómo
llegó la doctrina de la austeridad a ser tan influyente en un primer momento? Y
la segunda: ¿cambiarán en algo las políticas ahora que las principales
afirmaciones austerianas se han convertido en carnaza para los programas de
humor de madrugada?
Sobre la primera pregunta: la preponderancia de los austerianos en
los círculos influyentes debería inquietar a cualquiera a quien le guste creer
que la política se basa en hechos reales o, incluso, que está muy influida por
ellos. Después de todo, los dos principales estudios que ofrecen la supuesta
justificación intelectual de la austeridad —el de Alberto Alesina y Silvia
Ardagna sobre la “austeridad expansiva” y el de Carmen Reinhart y Kenneth
Rogoff sobre el peligroso “umbral” de la deuda, situado en el 90% del PIB—
tuvieron que enfrentarse a críticas devastadoras nada más publicarse.
Y los estudios no resistieron un análisis pormenorizado. Hacia
finales de 2010, el Fondo Monetario Internacional (FMI) refundió el estudio de
Alesina y Ardagna con datos mejores e invalidó sus hallazgos, mientras que
muchos economistas plantearon dudas fundamentales sobre el de Reinhart y Rogoff
mucho antes de que conociésemos el famoso error de Excel. Por otra parte, los
acontecimientos del mundo real —el estancamiento en Irlanda, que fue el primer
modelo de austeridad, la caída de los tipos de interés en Estados Unidos, que
se suponía que iba a enfrentarse a una crisis fiscal inminente— rápidamente
convirtieron las predicciones austerianas en sandeces.
Sin embargo, la austeridad mantuvo e incluso reforzó su dominio
sobre la opinión de la élite. ¿Por qué?
Parte de la respuesta seguramente resida en el deseo generalizado
de ver la economía como una obra que ensalza la moral y las virtudes, de
convertirla en un cuento sobre el exceso y sus consecuencias. Hemos vivido por
encima de nuestras posibilidades, cuenta la historia, y ahora estamos pagando
el precio inevitable. Los economistas pueden explicar hasta la saciedad que
esto es un error, que la razón por la que tenemos un paro tan elevado no es que
gastásemos demasiado en el pasado, sino que estamos gastando demasiado poco
ahora y que este problema puede y debería resolverse. Da igual; muchas personas
tienen el sentimiento visceral de que hemos pecado y debemos buscar la
redención mediante el sufrimiento (y ni los argumentos económicos ni la
observación de que la gente que ahora sufre no es en absoluto la misma que pecó
durante los años de la burbuja sirven de mucho).
Pero no se trata solo del enfrentamiento entre la emoción y la
lógica. No es posible entender la
influencia de la doctrina de la austeridad sin hablar sobre las clases y la
desigualdad.
A fin de cuentas, ¿qué es lo que quiere la gente de la política económica?
Resulta que la respuesta depende de a quién preguntemos, una cuestión
documentada en un reciente artículo de investigación de los politólogos
Benjamin Page, Larry Bartels y Jason Seawright. El artículo compara las
preferencias políticas de los estadounidenses corrientes con las de los muy
ricos y los resultados son reveladores.
Así, al estadounidense
medio le preocupan un poco los déficits presupuestarios, lo cual no es
ninguna sorpresa dado el constante aluvión de historias de miedo sobre el
déficit en los medios de comunicación, pero los ricos, en su inmensa mayoría,
consideran que el déficit es el problema más importante al que nos enfrentamos.
¿Y cómo debería reducirse el déficit presupuestario? Los ricos están a favor de recortar el gasto federal en asistencia
sanitaria y la Seguridad Social —es decir, en “derechos a prestaciones”—,
mientras que los ciudadanos en general quieren realmente que aumente el gasto
en esos programas.
Han captado la idea: el plan de austeridad se parece mucho a la
simple expresión de las preferencias de la clase superior, oculta tras una
fachada de rigor académico. Lo que quiere el 1% con los ingresos más altos se
convierte en lo que las ciencias económicas dicen que debemos hacer.
¿Realmente redunda en interés de los ricos una depresión
prolongada? Es dudoso, dado que una economía próspera suele ser buena para casi
todo el mundo. Lo que sí es cierto, sin embargo, es que los años transcurridos
desde que tomamos el camino de la austeridad han sido pésimos para los
trabajadores, pero nada malos para los ricos, que se han beneficiado del
aumento de los rentdimientos y de los precios de las acciones aun cuando el
paro a largo plazo empeora. Puede que el 1% no desee realmente una economía
débil, pero les está yendo lo bastante bien como para dejarse llevar por sus
perjuicios.
Y esto hace que uno se pregunte hasta qué punto cambiará las cosas
el hundimiento intelectual de la postura austeriana. En la medida en que
tengamos una política del 1%, por el 1 % y para el 1 %, ¿no seguiremos viendo
únicamente nuevas justificaciones para las viejas políticas de siempre?
Espero que no; me gustaría creer que las ideas y los hechos
importan, al menos un poco. De lo contrario, ¿qué estoy haciendo con mi vida?
Pero supongo que veremos qué grado de cinismo está justificado.
Paul Krugman es
profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008 © New York Times
Service 2013 .- Traducción de News Clips.