Pacto en el Senado para la legalización de más de 11 millones de indocumentados.
El presidente Barack Obama, que el martes expondrá extensamente su posición al respecto, respalda este acuerdo
Diarío el País, 29 enero 2013.
- La iniciativa ha surgido de un grupo de ocho senadores
–cuatro demócratas y cuatro republicanos- con gran peso e influencia entre sus
respectivos grupos.
Aquellos que residan ilegalmente en EE UU y quieran
recibir papeles tendrán que registrarse, demostrar su plazo de estancia, pagar
un multa, ponerse al día de los impuestos impagados desde que viven aquí,
someterse a varias entrevistas, aprender inglés y estudiar lo esencial de la
historia y el sistema político de este país.
- Aquellos que residan ilegalmente
en EE UU y quieran recibir papeles tendrán que registrarse, demostrar su plazo
de estancia, pagar un multa, ponerse al día de los impuestos impagados desde
que viven aquí, someterse a varias entrevistas, aprender inglés y estudiar lo
esencial de la historia y el sistema político de este país.
- Se aplicarán tres velocidades distintas en este
proceso: una más rápida para los jóvenes que que han crecido y estudiado aquí,
una intermedia para los trabajadores del campo y una tercera más lenta para el
resto de los inmigrantes
Senadores demócratas y republicanos anunciaron este lunes un pacto sobre
una reforma legislativa que incluya una vía, aunque larga y costosa, para la legalización
de más de once millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos,
una verdadera revolución del sistema migratorio con importantes consecuencias
demográficas, económicas y políticas. El presidente Barack Obama, que el martes
expondrá extensamente su posición al respecto, respalda este acuerdo.
La iniciativa ha surgido de un grupo de ocho senadores –cuatro demócratas y
cuatro republicanos- con gran peso e influencia entre sus respectivos grupos,
lo que hace pensar que, después de muchos y fracasados intentos durante varios
años, esta vez se trata de una propuesta con considerables posibilidades de
éxito, sobre todo en el Senado. Cosa diferente es en la Cámara de
Representantes, donde tiene mayor presencia el sector radical del Partido
Republicano.
Si este pacto prospera, estaremos ante la
más ambiciosa remodelación
del modelo migratorio norteamericanoen varias décadas, un paso que
permitirá surgir de las sombras a millones de familias que viven en la
semiclandestinidad y crear un nuevo mecanismo de control fronterizo y de
visados para evitar otra acumulación masiva de indocumentados en pocos años
más. Pero es un pacto que, para salir adelante, requiere de una serie de
difíciles trámites parlamentarios y, sobre todo, de una serie de arriesgadas
decisiones políticas que pueden llevar todavía varios meses. El optimismo
actual se fundamenta en que, como dijo, Chuck
Schumer, uno de los autores de la propuesta, “por primera vez, hay
más riesgos políticos en oponerse a la reforma migratoria que en apoyarla”.
Schumer pronosticó que podría votarse una ley en la primavera o verano
próximos.
El acuerdo ha sido anunciado por los números dos y tres del Partido
Demócrata en el Senado, Dick
Durbin y el propio Schumer, así como por el
presidente del comité de Relaciones Exteriores, el cubano-americanoBob
Menéndez, y Michael
Bennet, presidente del Comité de Campaña Senatorial Demócrata, el
órgano que dirige las campañas electorales de los demócratas en esa cámara.
Por el lado republicano, han firmado los senadores John McCain y Lindsey
Graham, dos veteranos que participan ahora en el esfuerzo de la
facción moderada de su partido por separarse del Tea Pary, y por los senadores Jeff Flake, un novato que intenta sumar al
sector más joven, y Marco
Rubio. La presencia de éste último es la más significativa.
Rubio, también de origen cubano, capitanea actualmente la ofensiva republicana
para recapturar el voto latino, que ha abandonado drásticamente a los
conservadores en las dos últimas elecciones presidenciales. Pero Rubio no es un
enemigo del Tea Party ni un símbolo del pasado, categorías ambas en la que
milita McCain. Su presencia, por tanto, en ese octeto, es una de las razones
por las que se puede ser optimista sobre la suerte de esta propuesta.
El acuerdo alcanzado no anuncia un camino
de rosas para los indocumentados. No va a ser tan sencillo como presentarse en
la oficina de inmigración de la esquina con un recibo de la luz. Aquellos que
residan ilegalmente en EE UU y quieran recibir papeles tendrán que registrarse,
demostrar su plazo de estancia, pagar un multa, ponerse al día de los impuestos
impagados desde que viven aquí, someterse a varias entrevistas, aprender inglés
y estudiar lo esencial de la historia y el sistema político de este país.
Cumplidos esos trámites, serán puestos en la cola de las solicitudes legales de
visado, con el objeto de no dar ventaja a los ilegales sobre aquellos que
siguen el camino marcado de la ley. Durante el tiempo que dure esa tramitación,
podrán permanecer en el país, pero no tendrán acceso aún al paro, la seguridad
social y los demás beneficios sociales que existen para los norteamericanos. En
última instancia, millones de personas levantarán un día su brazo derecho y
jurarán fidelidad a la bandera y la Constitución de Estados Unidos.
Se aplicarán tres velocidades distintas en este proceso: una más rápida
para los jóvenes que fueron traídos sin papeles por sus padres y que han
crecido y estudiado aquí, una intermedia para los trabajadores del campo,
esencialmente en la producción de alimentos, y una tercera más lenta para el
resto de los inmigrantes.
La legalización está sometida, además, a otras condiciones generales del
sistema migratorio. Se reforzará la policía de las fronteras, se les facilitará
nuevo equipo y tecnología para cumplir más eficazmente con su función. En la
medida en que se vaya certificando que esas medidas de seguridad avanzan, se
irán firmando los permisos de residencia a los indocumentados.
Al mismo tiempo, se pondrá en marcha un
nuevo método de seguimiento de los visados temporales para que las autoridades
puedan asegurarse que nadie se queda posteriormente en el país de forma ilegal.
Asimismo, se acelerará la deportación de aquellos a quienes, en el proceso de
verificación, se les encuentren antecedentes de delitos graves de carácter
criminal.
En general, lo que se pretende es una completa modernización del sistema y
una especie de borrón y cuenta nueva que clarifique la situación real y envíe,
de alguna forma, un mensaje a los futuros inmigrantes de que no se admitirá más
ilegalidad. En 2011, sin contar con los que consiguieron su objetivo, la
policía detuvo a 327.000 personas tratando de entrar al país ilegalmente. “El
actual status quo es insostenible”, ha dicho McCain.
El magnetismo que EE UU tiene para los inmigrantes, pese a haber descendido
en los últimos años de crisis económica aquí y de crecimiento en América
Latina, es todavía enorme. Esta es una nación de inmigrantes y no pretende
dejar de serlo. Pero se quiere ordenar un poco ese tráfico y también hacerlo
más selectivo. Parte de esta reforma tiene por objeto ampliar el número de
visados que se otorgan a investigadores, científicos, promotores e innovadores
en general –los empresarios se quejan de una carencia de ese tipo de personal-,
mientras se reduce el número de trabajadores manuales, excepto en el campo.
Ratificando la importancia de este paso para la comunidad hispana, el
senador Menéndez ha utilizado el idioma español para asegurar que esta es una
oportunidad como no ha habido otro para aprobar esta reforma.