Los grupos ultras comienzan a ejercer una perversa influencia en las
políticas de formaciones tradicionales
La crisis económica que agita la
Unión Europea está siendo el mejor caldo de cultivo para el ascenso de los
movimientos xenófobos y ultras. A ello se une la pérdida de credibilidad de la
UE y sus instituciones por abanderar unos drásticos recortes que han fomentado
el paro y la desigualdad social, sin lograr hasta ahora un atisbo de
recuperación.
Aunque
estos movimientos extremistas no han conseguido de momento un número
significativo de diputados que les permita ejercer el poder, su capacidad de
influencia ha comenzado a condicionar los programas políticos de la derecha
tradicional y de los gobiernos. El caso más reciente ha sido el del Reino
Unido, pero este fenómeno se hizo notar ya en las presidenciales francesas del
año pasado. Marine Le Pen, con una imagen más presentable que su padre, llevó
al Frente Nacional (FN) al 18% en la primera vuelta electoral, el mejor
resultado logrado por un candidato de ultraderecha. Un presidente Sarkozy a la
desesperada trató de ganarse a los votantes de FN ofreciendo un perfil más duro
en temas de inmigración y seguridad. No se sirvió de nada porque ganó el
socialista Hollande y Le Pen amenazó con convertirse pronto en el primer
partido de la derecha francesa.
Viraje
en el Reino Unido
En el
Reino Unido, el espectacular éxito del populista UKIP con su programa
anti-europeo y anti-inmigración propició el descalabro en las elecciones
locales del partido conservador, en el Gobierno. El primer ministro David
Cameron ha tardado poco en acusar el golpe y el viraje a la derecha comienza a
ser un hecho. El acceso de los inmigrantes a los beneficios sociales -atención
sanitaria, vivienda y subsidio de paro- se va a endurecer y el referéndum sobre
la pertenencia a la UE empieza a cobrar fuerza dentro del propio Gobierno.
Si en
Francia y Reino Unido la ultraderecha trata de dar una imagen civilizada, en
Grecia y Europa del Este las formaciones ultras ofrecen un claro perfil neonazi
y racista. En las elecciones de junio de 2012 los ultras griegos revalidaron su
entrada en el Parlamento obteniendo 18 diputados y el 6,9% de los votos. Los
medios de comunicación helenos han denunciado la connivencia entre Amanecer
Dorado y la Policía en las redadas y torturas de inmigrantes, mientras el
Gobierno del conservador Samaras ha hecho casi imposible la naturalización de
inmigrantes. El primer ministro ya declaró que "los inmigrantes son los
tiranos de la sociedad griega".
Contra
turcos y gitanos
En
Bulgaria, la formación Ataka consiguió el pasado domingo el 7% de los votos,
con lo que entrará en el Parlamento y puede tener la llave para la formación de
Gobierno. Aparte de su mensaje antieuropeo, los ultras búlgaros consideran a
turcos y gitanos como unos privilegiados sociales y próximos a la delincuencia.
Las agresiones han sido constantes en medio de la permisividad de las
autoridades. A la xenofobia y el racismo, los ultras húngaros de Jobbik han
añadido una fuerte carga de antisemitismo. El noviembre, el diputado Márton
Gyöngyösi pidió en el Parlamento que se hicieran "listas de judíos"
porque "el sionismo tiene bajo su yugo a nuestro país". En Hungría
hay elecciones en 2014 y Fidesz, la formación conservadora del primer ministro
Víktor Orban, ya ha comenzado a compartir el discurso ultranacionalista y
antieuropeo de Jobbik
MIGUEL SALVATIERRA | M; La Verdad; 19 mayo 2013
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