Según el diario "El País", 19 de junio 2013
La crisis ahuyenta a la
cigüeña
- Desde 2008, el número de partos encadena una caída consecutiva de cuatro años
- Hay menos mujeres en edad fértil y desciende la tasa de fecundidad
- Los expertos avisan sobre los riesgos del envejecimiento poblacional
- La descendencia es un proyecto de futuro, y este no es halagüeño . Margarita Delgado, demógrafa
- Cada española tiene una media de 1,32 hijos y la tasa de reposición es 2,1
- Los países del sur de Europa son ahora los de natalidad más baja
- La fecundidad ha descendido más entre las extranjeras
- La esperanza de vida femenina baja levemente, de 82,3 a 82,2 años
España envejece al compás de la crisis. El hundimiento del
empleo, los salarios y las expectativas vitales se han traducido en un
retroceso acelerado y constante de la natalidad. Desde 2008, el año en el que
comenzó a notarse el impacto de la recesión, el número de nacimientos se ha
desplomado casi un 13%, según los datos que hizo públicos ayer el Instituto
Nacional de Estadística (INE). Cada vez más mujeres españolas retrasan su
maternidad (o incluso renuncian a ella) mientras la población inmigrante ya no
compensa la caída del número de recién nacidos. Pero la culpa no es solo de la
mala situación económica. Además, el segmento de población fértil (15-45 años)
se reduce por la incorporación de generaciones cada vez menos numerosas.
En 2012 nacieron en España 453.637 niños, un 3,9% menos que
el año anterior. La caída es notable, pero muy inferior a la que se registra
desde 2008 (el 12,8%), cuando la cifra alcanzó los 519.779 bebés. La tendencia
a la baja es sólida, ya que se ha mantenido a lo largo de los últimos cuatro
años, como refleja el documento Movimiento natural de la población e
indicadores demográficos básicos del INE. “Tener un hijo es un proyecto de
futuro y en estos momentos, el futuro no es muy halagüeño”, razona a modo de
explicación la demógrafa Margarita Delgado, del Instituto de Economía,
Geografía y Demografía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas
(CSIC). De mantenerse esta inercia, especialmente en lo que se refiere a las
bajas tasas de fecundidad (número de hijos por mujer), España se enfrenta a “un
problema muy importante a medio y largo plazo” de envejecimiento, explica Juan
Antonio Fernández Cordón, demógrafo y economista y ex miembro del Consejo
Económico y Social.
De entre todos los motivos que explican el descenso de natalidad,
la caída de la tasa de fecundidad quizás sea el más relevante. Y esta cifra no
ha dejado de bajar desde 2008. El número de hijos por mujer ha disminuido de
1,44 en 2008, a 1,34 en 2011 y a 1,32 en 2012. Son cifras muy lejanas a la tasa
de reposición (2,1 hijos) necesaria para mantener la población estable.
Para los demógrafos, la zona peligrosa en cuanto al
reemplazo generacional comienza cuando se alcanza la tasa de 1,5 hijos y se
mantiene a lo largo del tiempo. España lleva años en estos valores, aunque
estuvo a punto de salir de ellos en los años anteriores a la recesión, cuando
en 2008 se llegó a cifras de 1,44, gracias, en buena parte, a la inmigración.
Pero ahora se asoma a otro umbral aún más peligroso. Hay un
término anglosajón que se refiere a sociedades con muy baja fecundidad: lowest
low fertility (algo así como la fecundidad baja más baja), con tasas por debajo
de 1,3 hijos por mujer, como apunta Delgado. Los últimos datos señalan que
España se acerca cada vez más a esta categoría.
“Me extraña que no haya caído aún más la tasa de
fecundidad”, explica Teresa Castro, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales
del CSIC. La investigadora destaca como factor determinante en el retraso de la
maternidad y la caída de la tasa de fecundidad el hecho de tener un empleo. Y
no solo en el caso de los hombres, sino entre las mujeres. “Para tener un hijo,
es necesario que el padre y la madre estén ocupados y tener cierta estabilidad,
y esto es muy complicado hoy en día”, destaca.
En todas las crisis, es común observar cómo se aplaza el
momento de tener descendencia, añade la investigadora, una circunstancia que
tiene su impacto en la tasa de fecundidad y los nacimientos. En este caso,
“todavía es pronto para ver si estamos frente a un descenso real del número de
hijos o un retraso en tenerlos”.
Castro subraya la paradoja de que ahora son los países del
sur de Europa (también del Este) los que tienen una de las tasas más bajas de
fecundidad, frente a los del norte, cuando hace unas décadas sucedía todo lo
contrario. En España, por ejemplo, en 1976, la tasa de fecundidad era de 2,8
hijos. En estos momentos, frente a los 1,3 hijos por mujer en España, en Suecia
o Francia tienen 2, en el Reino Unido 1,8 y en Holanda 1,7. “Donde hay mayor
empleo femenino, además de políticas de conciliación, hay más fecundidad”,
añade.
“Ya teníamos bajas tasas de fecundidad antes de la crisis”,
recuerda Fernández Cordón. Entre 2000 y 2004, se llegó a valores de 1,23 hijos
por mujer. Entonces, España se enfrentó a este problema gracias al alud de
inmigrantes que recibió a lo largo de la década pasada, especialmente en su primera
mitad. En estos momentos, sin embargo, la situación es distinta. La inmigración
está a la baja, por lo que ya no es capaz de compensar los efectos de la caída
de nacimientos en las españolas, a pesar del elevado peso que sigue teniendo.
De los 453.637 nacimientos registrados en 2012 en España, 86.945 fueron de
madre extranjera, el 19,2% (en 2011 fueron el 19,5%).
Pero además, las mujeres de origen extranjero cada vez
tienen menos hijos, debido no solo a los efectos de la asimilación
sociocultural, sino también a la crisis. El descenso en la fecundidad entre
2011 y 2012 ha sido mayor entre este grupo —al caer de 1,58 hijos a 1,54— que
entre las españolas, en las que ha bajado de 1,29 a 1,28 hijos. Si se toma con
una perspectiva de diez años, se puede observar como la caída en el número de
hijos entre las mujeres inmigrantes ha sido vertiginosa, ya que en 2002, tan
solo diez años antes, la tasa media era de 1,86 hijos.
El escenario que dibuja la caída sostenida de la tasa de
fecundidad es de un “problema de desequilibrio poblacional a medio o largo
plazo, en 15 o 20 años”, si la situación no cambia, según Fernández Cordón.
“Los datos hechos públicos ayer no son ninguna sorpresa”, añade Delgado, “y
reflejan cómo se complica la estructura de la población y la relación cada vez
más desfavorable entre la población potencialmente activa y la dependiente”.
¿Cómo se puede invertir esta tendencia? Fernández Cordón apunta a experiencias que se han vivido en los países
que cuentan con mayores nacimientos por mujer. El caso de Suecia, en los
primeros puestos de la clasificación europea, no le acaba de convencer a este
demógrafo. Los incentivos económicos que ofreció este país a mitad de la década
de 1990 dan resultados a corto plazo, señala. “Las parejas los aprovechan y, de
hecho, hubo un subidón de fertilidad, pero al cabo del tiempo, las tasas
volvieron a su cauce. Se adelantaron los nacimientos para aprovechar las ayudas
y luego volvieron a bajar”. Por ello, este especialista prefiere los modelos
basados en asistencia de forma continuada, como puede ser Francia. La clave,
está, señala, en ofrecer servicios que permitan a los padres conciliar la
atención a sus hijos con su vida laboral. Sobre todo en los primeros años de
vida de los pequeños. “El gran problema está en los niños por debajo de los
tres años, que necesitan cuidados permanentes”, apunta. “Hacer esfuerzos en
materia de servicios así como cierta comprensión en el ámbito laboral mejora la
conciliación; tener una familia no es solo una satisfacción personal, también
es una aportación a la sociedad que se debe valorar”.
Además de la caída
en el número de bebés que tienen las mujeres en España o los cambios entre las
costumbres demográficas en la población inmigrante —no solo dan a luz menos
niños, también los tienen a más edad— existen otros motivos que explican el
descenso en el número de nacimientos.
El
informe del INE alude a la progresiva reducción del segmento de mujeres en edad
de tener hijos. La crisis de la natalidad de finales de la década de 1980 y
principios de 1990 se está dejando sentir desde hace unos años. Las mujeres de
estas generaciones son menos numerosas que las que están dejando de ser
fértiles, por lo que no las reemplazan. De hecho, la porción de población
femenina entre 15 y 45 años está en retroceso ya desde el año 2009.
Además de la natalidad, entre los indicadores demográficos
básicos que aborda el informe del INE se encuentra la mortalidad. El informe
destaca que año pasado murieron 405.615 personas, lo que representa un 4,6% más
que el año anterior. Este incremento supone el mayor de la década, aunque en
2003 (con un 4,4% más de muertes que en 2002) y en 2005 (4,1% más que en 2004)
se produjeron situaciones similares.
Los autores del trabajo explican la “evolución excepcional
del número de defunciones” en un “incremento coyuntural de fallecidos en
febrero y marzo”. En febrero de 2012, por ejemplo, hubo una mortalidad un 30%
superior a la del mismo mes del año anterior. Josep Basora, presidente de la
Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria, no se atreve a aventurar
los motivos que podrían estar detrás de estos datos. “Para sacar conclusiones,
habrá que esperar conocer los datos de causas de muerte [cardiovasculares,
respiratorias, tumores...]”, apunta. “Hay algo que no sabemos explicar y
debemos saber qué es”, añade Basora.
Existen otros datos del informe del INE que han llamado la
atención a los especialistas, en este caso, a los demógrafos, y que tienen que
ver con la esperanza de vida al nacer. Lo normal es que este valor suba algunos
meses todos los años. Sin embargo, ha bajado ligeramente, al pasar de 82,3 años
en 2011 a 82,2 en 2012. Entre los hombres, no hay cambios (79,3 años), pero
entre las mujeres hay un leve retroceso (de 85,2 años a 85). “Yo hablaría de un
estancamiento, es pronto para concluir que ha habido una caída en la
expectativa de vida”, apunta Teresa Castro, “habrá que estar atento a la
tendencia a largo plazo”. Delgado es de la misma opinión.
En 2003 también hubo una caída respecto a 2002 (de 79,8 años
a 79,7), que no se mantuvo durante los años siguientes. Pero entonces, la
sanidad pública española no había sufrido unos recortes que han supuesto una
caída del gasto del 10% en los pasados tres años (6.700 millones de euros menos
presupuestados). El tiempo dirá si la tijera tiene su reflejo en la esperanza
de vida en España.